ANGELES Y DEMONIOS

lunes, 15 de enero de 2007

ESTOY HARTA

Estoy harta de la Iglesia Católica, como me la presentan últimamente los medios de comunicación.

Harta de que me muestren una caricatura de sacerdote que no es sino un homosexual empedernido, un pedófilo enmascarado o un amigo del buen vivir. ¿Es que ya se acabaron los sacerdotes que sean "hombres" normales?

Harta de oír hablar de la rodilla de un Sumo Pontífice que parecía llevar a cuestas no sólo su dolor, sino el cúmulo inmenso de los chismes y las habladurías que su enfermedad genera en el mundo de los medios.

Tal parece que algunos sólo buscan el escándalo y lo sensacional para hacerla noticia y pasto de quienes se regocijan con el pesar ajeno.

Harta de escuchar las así llamadas luchas de poder que generan el supuesto vacío de autoridad en el que se haya la Iglesia Católica.

¿Qué saben ellos del arte y del amor de dirigir la Iglesia Católica cuándo la encajonan y la etiquetan como una empresa multinacional?

Harta de ver películas como "Asesino en Serio", El crimen del padre Amaro" o "Priest" en particular en dónde el sacerdote es un obispo déspota, un párroco concubinario o un joven coadjutor homosexual. ¿Es que sólo existen sacerdotes de ese tipo?

Harta de no ver ni oír por ninguna parte la noticia sensacional de tantas monjas que entregan su vida día a día en la luminosa claridad de un convento de clausura desgranando sus vidas frente al sagrario para pedir precisamente por quienes más calumnian a la vida consagrada.

Harta de que no se haga escándalo ni noticia internacional de las almas consagradas, hombres y mujeres, que pasan largas horas hablando con los encarcelados, con los drogados, o limpiando pacientemente las heces que los enfermos psicóticos dejan como estelas en los hospitales para enfermos mentales, verdaderos lugares alucinantes.

Harta de ver a una Saffira que a punto de ser lapidada por el Islam levanta olas de estupor e indignación mundial, mientras que a un obispo ruso le es negada, en flagrante violación a las leyes internacionales, el retorno a su lugar de trabajo sin que ninguno de los comités de los así llamados "derechos humanos" abogue por él o sea capaz de alzar su voz un centímetro en los medios de comunicación. Y ni qué decir de tantas mujeres y hombres adúlteros como Saffira que todos los días reciben la extraordinaria noticia del perdón de Dios de manos de un sacerdote católico. De esto no hay noticia.

Harta de que los medios presenten las escenas de quienes por defender una ballena gris o azul o amarilla se lanzan a los mares en balsas maltrechas, se encadenan a ferrovías, mientras que un grupo de monjes franciscanos en Belén arriesga su vida por un puñado de palestinos sin conmover a la opinión mundial.

Harta de que muchos católicos, como camino y coartada fácil a su falta de celo apostólico o su indiferencia religiosa digan con despecho frente a esta conjura de los medios: "No quiero oír hablar de la Iglesia Católica".

Harta de ver cómo la fe de tantas y tantas personas humildes, sencillas y buenas puede quedar lastimada de por vida, tal y como sucedió en la España de los años ochentas en donde a base una persuasiva y feroz propaganda destruyeron la fe de muchas personas, minando el aprecio y la estima por el sacerdote, precisamente a partir de calumnias, tal y como lo están haciendo ahora.

Pero estoy segura que de esta persecución la Iglesia Católica, nuestra Iglesia Católica saldrá victoriosa como siempre ha salido, pues a semejanza de los primeros tiempos, son estas persecuciones las que permiten que se vigorice y se renueve en sus hijos fieles y siempre leales ya que la Iglesia es un cuerpo que formamos todos los bautizados en C
risto.

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